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Charla sobre el Carisma de la Madre Teresa |
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No se pueden entender ni la vocación ni el carisma de la Madre Teresa, sin la absoluta y ciega confianza en la Virgen, sin su abandono en María Santísima. María es la verdadera fundadora de las Misioneras de la Caridad, María fue la que “tiró” un poco de la Madre Teresa para que fundara las Misioneras de la Caridad; esa mujer a la que Cristo eligió por Madre, y a la que Madre Teresa se acercaba con una gran confianza y abandono. Sabía que lo que ella no pudiera hacer, lo haría la Virgen María por ella. Sabía que lo que a ella le parecía extremadamente difícil, sería fácil si lo abandonaba en manos de la Virgen Santísima. Y enseñó a todas sus Hijas, a tener una tierna y sencilla devoción a la Virgen. Que no se manifiesta a base de cosas raras, sino a base de pequeños gestos de amor a María. Sabéis que todas las Misioneras de la Caridad cambian su nombre de pila (el nombre del bautismo) cuando hacen su consagración. Ellas cambian su nombre, como signo de ser unas nuevas personas consagradas a Cristo, que abandonan todo lo que eran antes, y asumen una nueva realidad, por eso en general, se cambian todas el nombre, y se ponen el nombre de María delante del que eligen para su nueva vida. Y porqué eligen el nombre de María, porque es una forma de demostrar que su vocación está estrechamente ligada al amor a la Virgen, y que su consagración no puede vivirse si no tienen presente el nombre de María. Una de las fiestas más importantes para las Hermanas, tiene lugar el día 22 de Agosto, día en el que la Iglesia universal celebra Santa María Reina y en el que ellas celebran el Inmaculado Corazón de María, por un especial privilegio que les concedió el Papa Pablo VI. Ese día todas las Misioneras renuevan sus votos, no de una manera jurídica, porque la que ha hecho sus votos perpetuos, votos perpetuos tiene y ya no tiene “oficialmente” que renovarlos. Y la que ha hecho votos temporales, los renueva en otra época. Ese día 22 es una mera renovación “espiritual”, una renovación a través del Corazón Inmaculado de María a Nuestro Señor. Ponen su vocación en manos de la Virgen para que ella la lleve al cielo y les siga ayudando. Por eso yo os animo, a que estéis donde estéis, si no podéis acercaros a Casa de las Hermanas, encomendéis ese día a las Misioneras, porque ese día, en todas las Casas del mundo renovarán su consagración a través de la Virgen María. Normalmente, 3 días antes, tienen 3 días de retiro donde ellas meditan sobre su vocación. Incluida la Hermana Nirmala. Meditan todos los años, cómo están viviendo su vocación y qué tienen qué hacer para agradar más a Dios. Meditan sobre la fidelidad, sobre la entrega, sobre el abandono en manos de Dios. Todos nosotros les podemos encomendar el 22 de agosto. Porque están consagrándose de nuevo a Cristo. Cosa que todos hacemos por las mañanas cuando nos levantamos ¿verdad? (bueno, ojalá hiciéramos)…Cuando nos levantamos por las mañanas le decimos al Señor: aquí estoy para hacer tu voluntad, aquí estoy porque me has llamado, y quiero ser tuyo. Eso es lo que deberíamos hacer todos los días, de todas las semanas, de todos los años…para actualizar así nuestro amor. A la Virgen María un día se le presenta el Arcángel San Gabriel diciéndole que va a ser Madre de Dios y ella le contesta: “Hágase en mí, según tu palabra. E aquí la esclava del Señor”. Eso lo dice una vez la Virgen María, pero ese deseo de estar en manos de Dios lo repetía cada día, lo renovaba cada día. Es muy importante actualizar esa intención de una manera especial. Las Hermanas rezan muchas veces la oración de San Bernardo, el “Acordaos”: “Acordaos,
oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído
decir, que ninguno de los que ha acudido a vuestra protección,
implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido
abandonado de Vos. Animado con esta confianza a Vos también acudo,
oh Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso
de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
No desechéis, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes
bien escuchadlas y acogedlas favorablemente. Amén.” ¿Por qué tanta devoción a la Virgen María por parte de las Hermanas? Porque como todos los cristianos, quieren a Jesús, porque saben que Jesús es fruto de las entrañas de la Virgen María; la devoción a María es el fruto de la encarnación de Jesús, el Hijo de Dios se hizo hombre, hijo de los hombres, en su seno. “El
todopoderoso, se hizo el más pobre de entre los pobres y totalmente
dependiente de una madre humana, a la que ama con un amor tierno y absolutamente
personal. Él nos ha entregado a los hombres a su madre a los pies
de la cruz, y desde entonces es nuestra madre, y nos llama a amarla con
ese mismo filial amor con el que Él mismo la ama”. Así
dicen las Constituciones de las Misioneras de la Caridad. Hace un año, me explicaba Father Joseph (Padre Misionero de la Caridad) porqué San Juan permaneció fiel al pie de la cruz, San Juan era el más joven y fue el único que permaneció al pie de la cruz, pero porqué él permaneció allí. Porque la Virgen María necesitaba tener a alguien cerca y lo eligió a él, le cogió de la mano, y le pidió que estuviera a su lado…En la película de “La Pasión” de Mel Gibson, se ve claramente como la cruz es una escena mariana, como Juan es el gran aliado de la Virgen María; pues es así ante el sufrimiento, ante el dolor…hay que mantenerse cerca de la Virgen María, apoyarse en ella para mantenerse firmes y fieles. Porque nuestra debilidad nos hace alejarnos de la cruz, a nadie nos gusta tener que vivir una cruz; pero con la fortaleza de Dios podemos estar cerca, sin Su fortaleza huiríamos; y para que no huir, tenemos que estar cerca de la Virgen María, para que no nos permita alejarnos de Jesús. Ya
se lo anunció el anciano Simeón a la Virgen cuando llevó
al Niño a presentarlo ante el anciano y él le dice: “una
espada te atravesará el alma”. Dicen las Constituciones de las Misioneras de la Caridad: “El regalo de nuestra vocación religiosa y de la perseverancia en ella, así como la amistad con Dios hasta el final de nuestras vidas, son las gracias más importantes que la Madre de Cristo nos obtendrá de modo infalible, si nosotros acudimos a ella con confianza”. ¿Queremos perseverar en el bien, ser Santos y tomarnos en serio nuestra vida cristiana? Apoyémonos en la Virgen María, confiemos en ella. Ella es la solución. Hay personas mayores que han vivido muy separados de la Iglesia, que incluso la han despreciado, pero que al final de sus vidas vuelven a misa y a hablar con los sacerdotes, y me conmueve cuando me cuentan que a pesar de no haber estado cerca de la Iglesia ni de ir a misa, no han dejado de rezar un Ave María, ni una sola noche… El regalo de la Virgen es volverles a acercar a la Iglesia cuando están más cerca de la muerte, y ese recuerdo les ha permitido recibir la gracia de la conversión y de acercarse a Dios. Las Misioneras tienen en el centro de sus vidas, todo el día presente a la Virgen, ellas terminan sus momentos de oración con la frase “Inmaculado corazón de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros”. Esto es muy importante recordarlo por una razón: muchas veces podemos pensar que la causa de nuestra alegría es nuestro trabajo, ellas pueden llegar a pensar que lo que de verdad les reconforta es lo que hacen por los demás, es la entrega personal y diaria por los más pobres, y no es verdad; lo que les llena de alegría y de paz es el amor de Dios y el amor de María. No es al revés. A nosotros nos parece lo contrario…queremos darnos, darnos, darnos, y acabamos exhaustos y no hemos hecho nada; hay que tener a Dios en medio, como la razón del trabajo, como fundamento…Si no, nos quemamos, nos quedamos secos y sin frutos, porque los frutos los da Jesucristo. Por eso tenemos que crecer en nuestro amor a la Virgen; el amor a la Virgen nos acerca al amor de Dios. El primer milagro de Jesús lo provoca la Virgen, convirtiendo el agua en vino, ella no hace milagros, los apóstoles si, Jesús también, pero ella no. Ella tenía una fe que movía montañas, ella no quería ser quien atrajera las miradas de la gente, ella simplemente quería ser un instrumento para acercar a los hombres a Cristo y les pide: “Haced lo que Él os diga”… ¿Qué nos dice a nosotros? “Haced lo que Él quiera de vosotras”, les dice a las Misioneras de la Caridad, mirad a Cristo, contemplad a Cristo. Esa es la vocación de las Misioneras de la Caridad. “A través de todo el trabajo que hacemos con Jesús, por Jesús y a Jesús, le pediremos a Él, que profundice nuestro amor por su Madre, para hacerlo más personal e íntimo, tanto como amarla como Él la amo; tanto como que sea ella la causa de nuestra alegría, como Él lo fue para ella. Tanto como mantenernos cerca de ella como Él mismo se mantuvo, compartir con ella hasta la Cruz, como Él hizo, cuando ella se mantuvo firme y de pie cerca de la cruz en el Calvario”; dicen las Constituciones de las Misioneras de la Caridad. Ella
nos enseña a amar al Señor y Él nos enseña
a amar a María. De hecho, Juan Pablo II, escribió un documento
muy breve sobre el “Rosario de la Virgen María”, y
él como místico que fue, desde el año 95 empezó
a escribir sobre el tema: “Mirad a Cristo”, “Contemplad
a Cristo”…Desde el documento en que nos preparaba para el
Tercer Milenio, está continuamente hablando de contemplar a Cristo.
Y en el “Rosario de la Virgen María” da un paso más
y dice algo que me llama muchísimo la atención: “Tenemos
que contemplar a Cristo cómo, con los ojos de María, porque
nadie contempló de un modo más limpio y más hermoso
al Señor como su Madre”. Pues eso es la contemplación,
es llegar a tener verdadera conciencia de quien fue Cristo, y si encima
lo hacemos como María y a través de María, pues muchísimo
mejor. |