“Servir a los más pobres de entre los pobres” es el
cuarto voto que realizan las Misioneras de la Caridad.
Normalmente las personas de vida consagrada realizan tres votos: pobreza,
obediencia y castidad. Son los votos que distinguen la vida consagrada
de lo consagrada.
En realidad el voto de castidad se debería de llamar voto de “celibato”,
porque la castidad es una virtud que deberíamos vivir todos. Cada
uno en su estado, cada uno a su estilo, pero todos tenemos que vivir la
castidad.
Hay algunas órdenes religiosas, como los Jesuitas, que hacen un
cuarto voto, de “obediencia al Papa”, lo cual no significa
que las demás órdenes no tengan que obedecer al Papa; ellos
lo tienen como un voto particular, de obediencia al Romano Pontífice.
Las Misioneras de la Caridad, porque así lo quiso Nuestro Señor
Jesucristo, y porqué así lo supo la Madre Teresa, hacen
un cuarto voto de “Servir a los más pobres de entre los
pobres”. El voto de la entrega absoluta y gratuita a los más
pobres de entre los pobres. Esto lo tienen de manera fundamental en su
conciencia y esto se tiene que manifestar en todos los aspectos de su
vida.
Pero ¿Por qué ese cuarto voto de la Madre Teresa? ¿Qué
significa servir a los más pobres de entre los pobres? Podríamos
entenderlo cuando Nuestro Señor Jesucristo narra el Juicio Final,
en el que dice:- Tuve hambre y me distéis de comer, estuve desnudo
y me vestisteis, estuve enfermo y me vinisteis a ver…cuando lo hicisteis
con esos mis hermanos, conmigo lo hicisteis-.
Las Misioneras de la Caridad tienen que descubrir en esos enfermos, en
los pobres, en los solitarios y en los desvalidos el rostro de Cristo.
La Madre Teresa identificaba al pobre con la Eucaristía, a mi eso,
me impresionó muchísimo, la Madre Teresa quiere servir a
los más pobres de entre los pobres, porque sirviéndoles
a ellos, sacia la sed de Cristo, como Cristo sacia mi sed en la Eucaristía.
Yo tengo que saciar la sed de Cristo, ese es el “telón de
fondo” de todas las Misioneras de la Caridad, el famoso “Tengo
sed” ¿verdad? Ese es el grifo que la Madre Teresa abrió
y que desgarró su corazón, y toda su vida va a ser “saciar
la sed de Cristo”, ¿Cómo? En los más pobres
de entre los pobres, amándoles, tratándoles, cuidándoles,
no solucionándoles sus problemas.
Las Hermanas no son asistentes sociales, aunque éstos les merezcan,
por supuesto, todo el respeto y la admiración del mundo; pero ellas
no intentan solucionar los problemas de los que tienen problemas, si no
que les ayudan a vivir su problema con espíritu sobrenatural y
alivian con sus manos la falta de pan, y con la caridad, el amor. Esa
es su misión.
Ellas tienen que saciar la sed de Cristo de este modo igual que Cristo,
decía la Madre Teresa, “me sacia a mí, mi hambre y
mi sed en la Eucaristía”; llega un momento en que la Madre
Teresa llega incluso a decir:- Hay veces que no se distinguir muy bien
entre el servicio a los pobres y la Eucaristía -. Eso es muy impresionante…
Cuando la Madre Teresa nombró este cuarto voto, explica que es
muy importante, y que la primera obligación que tiene una Misionera
de la Caridad es cuidar a sus Hermanas Misioneras de la Caridad, ellas
son las más pobres de entre los pobres. El voto de vivir entre
los más pobres, quiere decir, estar atento a las necesidades de
las Hermanas y de los más pobres “de dentro y de fuera”,
con todo el corazón.
¿Y qué quiere decir “con todo el corazón”?
esto quiere decir: Primero, con un corazón incendiado de amor y
de celo por la salvación de las almas. Lleno de amor y deseos de
salvar almas. Ellas buscan la salvación de las personas, que las
personas se encuentren con Cristo.
Una Misionera de la Caridad está en todo momento intentando transmitir
su amor por Cristo, esté donde esté. Eso es “con todo
el corazón”, lo que no puede considerarse a una Misionera
de la Caridad, y con perdón de la expresión, es “una
solterona”. Una Misionera de la Caridad, es una mujer enamorada
de Cristo, que abre su corazón con el deseo de llevar a Cristo
a todos los corazones. Teniendo una íntima unión con Cristo
en la oración. La debilidad de las Hermanas es enorme, como todos,
pero ellas que tienen que llevar a Cristo a todos los lugares del mundo,
y para llevar a cabo esto, su fuerza está en la oración.
Su fortaleza la reciben de estar frente al Señor. Lo primero que
hacen en el día es recibir la Comunión, recibir al Señor
para fortalecer su amor.
Las
Misioneras se entregan a los más pobres por amor, superan sus miedos
y sus dificultades con la fortaleza de su fe, porque saben que el Señor
está con ellas y es Él quien las ha llamado a hacer lo que
hacen y a estar en los sitios, a veces muy peligrosos, en los que están
destinadas.
No se puede tener miedo cuando se sirve a los demás.
Gratuito quiere decir, "dar gratis lo que hemos recibido gratis",
sin posibilidad de recibir nada por el servicio prestado, ni siquiera
un gesto de amabilidad. No buscando nunca la gratitud ni la honra.
Un pecado que podría cometer una Misionera de la Caridad sería
enorgullecerse del trabajo que hace. Lo hace por Dios.
Cuántas veces nosotros nos vanagloriamos de las cosas que hacemos
por los demás…
En muchas de nuestras actividades (en el trabajo, en casa de las Hermanas,
en nuestra vida cotidiana); en el fondo, buscamos un poquito de cariño,
de alabanza, de reconocimiento, pero es el Señor el que merece
todas las alabanzas, y todo nuestro trabajo.
“Servicio”
a los más pobres de entre los pobres… ¿Qué
significa servicio? Servicio significa, la forma generosa de vivir entregándonos
a todos sin mirar lo que nos piden; sin tener miedo a lo que nos pidan…quiere
decir, dar de comer al hambriento, pero no sólo con el alimento
físico, sino con la palabra de Dios; quiere decir, dar de beber
al sediento, pero no solamente con agua, sino con la sabiduría,
la paz, la justicia y el amor; quiere decir, dar de vestir al desnudo,
pero no solamente con ropa, sino también con la dignidad humana;
quiere decir, dar casa al peregrino, pero no sólo casa con tabiques
y ladrillos, sino comprenderle; curar y atender al enfermo y al moribundo,
pero también atender su espíritu y su mente; eso es lo que
quiere decir servir.
Servir quiere decir, estar atentos a las necesidades de los demás.
Estar atento al prójimo para ver qué me está demandando
aunque no me lo pida.
Servir quiere decir tener el corazón delicado, con una delicadeza
de alma que me lleve a entender y a atender los problemas del prójimo
sin necesidad de que me los cuente.
Esto lo hacen, por ejemplo muy bien las madres, cuando sin necesidad de
contarles nada, saben cuando estás bien o cuando te pasa algo.
Porque nos quieren, y cuando alguien nos quiere descubre las necesidades
de la otra persona; eso pasa también en el matrimonio, que no hace
falta que se hablen, cuando de verdad se quieren, no hace falta muchas
veces que se hablen, se entienden con los gestos, con las miradas…
Eso es el servicio, no solo el servicio del cuerpo, sino también
del alma. Atender las necesidades espirituales del alma. Preocuparnos
porque nuestra familia, nuestros hermanos, los pobres, nuestros compañeros,
estén cerca de Dios.
La Madre Teresa decía que los pobres no son sólo los pobres
materiales, ella decía que Calcuta está en todas partes;
allí la pobreza es horrible (materialmente hablando), pero ella
insistía en que en todos los lugares del mundo hay “una Calcuta”…quizá
no sea un sitio donde se muera la gente por la calle. Pero en todas partes,
desgraciadamente, hay gente con “pobreza del alma”, esto es
lo que la Madre Teresa veía tantas veces cuando paseaba por Nueva
York…
Entonces
¿Quiénes son los más pobres de entre los pobres?
¿Los que son materialmente pobres, o los que son espiritualmente
pobres? “Sin contar su nacionalidad ni su casta, dice la Madre Teresa,
ni su religión, ni su credo, el hambriento, el sin techo, el ignorante,
el sediento, el cautivo, el leproso, el alcohólico, el enfermo,
el que no es amado, el abandonado…
Todos aquellos que viven en la marginación de la sociedad, todos
los que han perdido la Fe, todos los que viven sin esperanza, todos los
que persisten en el pecado de no amar y no amarse a sí mismos;
aquellos que están bajo el poder del demonio; que conducen a los
demás al pecado, al error, a la confusión.
Los ateos, los que están en confusión y en dudas, los que
están tentados, los espiritualmente ciegos, los laxos, los ignorantes,
los que han sido por la luz de Cristo pero no han descubierto su profundidad,
los que están hambrientos de la palabra y de la paz de Dios, los
que viven en dificultad, los que están llenos de dolor, las almas
del purgatorio; y toda Misionera de la Caridad que vive de verdad, el
voto de pobreza y el darse a los demás”.
Esos son los más pobres de entre los pobres, dice la Madre Teresa,
no hace falta venir a esta casa para encontrarlos, pero los más
pobres de entre los pobres también los tenemos entre nosotros,
a nuestro lado, hay mucha gente que está sola, es terrible, cuánta
gente anciana muere al año solos…es terrible…
La Madre Teresa cuando estaba en Calcuta con los ancianos y los enfermos
y veía que alguno se iba a morir, se quedaba con él hasta
que fallecía, porque no quería que ninguno muriera sólo;
porque la dignidad de la persona exige que no se muera sólo, tiene
que saber que hay alguien que le está mirando, que le está
queriendo, que Jesús está con él.
En Madrid hay mucha gente que está sola, abandonada, sin compañía,
la gente que no tiene esperanza…El Señor nos pide a todos,
no sólo a las Misioneras de la Caridad, que vivamos esto, porque
es propio de nuestra condición cristiana el darnos a los demás.
Juan Pablo II decía que “las dos coordenadas en las que se
mueve la condición humana son “la trascendencia” y
la “propia entrega”, el hombre crece en cuanto hombre, en
la medida en que crece, sale de si mismo hacia Dios, y se da a los demás”.
Los que estamos con las Misioneras estamos aquí por algo, ya sabemos
que para el cristiano no existe la casualidad, en cristiano, “casualidad
= providencia”. Dios nos ha traído a la Casa, a través
de mil medios distintos.
El Señor ha querido infundir en nosotros el espíritu de
las Misioneras de la Caridad, para que nos ayude a vivir bien, mejor,
nuestra Fe, nuestra entrega. Para que fortalezcamos nuestra formación
cristiana. Por lo tanto, la Providencia, actúa hoy aquí
para que todos nos planteemos cómo aprender a vivir el carisma
de la Madre Teresa en nuestra condición concreta, en el camino
que Dios nos ha puesto.
En oración le tenemos que pedir a Dios ¿Cómo puedo
yo vivir mejor este amor hacia los más pobres de entre los pobres?,
cómo puede darme mejor, cómo lo puedo llevar a cabo en mi
vida, en mi trabajo, con los que no me quieren, con mis amigos, en mi
casa…
Estamos aquí porque el Señor se encuentra con nosotros y
nos necesita. La tarea es ardua, es complicada, no es fácil; esto
hay que construirlo todos los días, aunque metamos la pata y nos
cueste…
Es difícil vivir lo que prediquemos, pero aunque no lo vivamos
no significa que no tengamos que dejar de luchar por ello, y tenemos que
seguir saliendo a la calle a seguir haciendo el esfuerzo de intentar vivirlo
mejor. Y esa es mi misión como sacerdote y como cristiano, esa
es la tarea que el Señor nos ha encomendado.
¿Las Misioneras de la Caridad son santas? Pues aunque me encantaría
decir que si, debo de admitir que no, la Hermana me lo ha prohibido…
pero están luchando por serlo. No lo son por que son personas humanas,
y son frágiles y débiles, pero luchan cada día por
vivir aquello que ellas nos enseñan y que las enseñanzas
de la Madre Teresa nos indican a través de sus libros.
¿Lo viven perfectamente? No, pero desean vivirlo con todo el corazón.
Dios no se deja ganar en generosidad, quien le da uno, Él da el
ciento por uno y la vida eterna. Él Señor siempre da con
creces. En forma de alegría, en forma de esperanza, en forma de
amor, de ilusión, de amistades, de hacer apostolado y crecer juntos.
Lo tenemos todos comprobado, por lo cual no voy a añadir más
al respecto.
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