LA
BEATIFICACIÓN
ARTÍCULOS APARECIDOS EN PRENSA SOBRE LA BEATIFICACIÓN DE LA MADRE TERESA
LA «SANTA DE LOS POBRES» SUBE A LOS ALTARES
Juan Pablo II beatifica a la Madre Teresa de Calcuta ante 300.000 fieles, entre ellos, 3.000 «sin techo» El
ARTÍCULOS EN ESPAÑOL PUBLICADOS DESPUÉS DE LA BEATIFICACIÓN
El Papa destaca
que «es una de la personalidades más relevantes de nuestra época»,
y fija su fiesta para el 5 de septiembre.
El papa Juan Pablo II proclamó ayer beata a la misionera Madre Teresa
de Calcuta, en una multitudinaria ceremonia en la Plaza de San Pedro a la
que asistieron 300.000 personas, entre ellas tres mis pobres. La pequeña
sólo en altura gran monja, que dedicó su vida a los desheredados
de la tierra, ha recibido la beatificación más rápida
de la historia moderna de la Iglesia, sólo superada por San Francisco,
que fue santificado sólo dos años después de su muerte.
Juan Pablo II, que se sentía muy unido a ella y admiraba sus virtudes
humanas y espirituales, dio luz verde a la apertura del proceso dos años
después de que la ahora beata muriera, en 1997, sin esperar a los cinco
que establece el Derecho Canónico.
Madre Teresa,
nacida en Skopje (entonces Albania) en 1910 y fallecida en Calcuta en 1997,
fue elevada ayer a la gloria de los altares y al culto local en una multitudinaria
ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro, a la que asistieron más
de 300.000 personas, entre ellas tres mil pobres, un centenar de cardenales
y 700 entre obispos y sacerdotes que dieron la comunión.
Los pobres, por los que siempre se batió ya que en ellos veía
el rostro de Cristo, ocuparon las primeras filas de la ceremonia. Tras la
ceremonia, los pobres fueron invitados a comer en el Vaticano. A la plaza
vaticana también acudieron medio millar de Misioneras de la Caridad,
la congregación que fundó, con sus saris blancos orlados de
azul, que no pudieron contener las lágrimas de alegría cuando
Juan Pablo II proclamó beata a Madre Teresa. El anciano y enfermo Papa,
al que ayer se le vio de nuevo sufrir, estableció que la fiesta de
Madre Teresa sea el 5 de septiembre, fecha en la que murió. En medio
de la emoción, en la plaza de San Pedro fue descubierta una fotografía
de tamaño gigante de la beata, en la que se ve a Madre Teresa sonriendo,
con las manos unidas. Jóvenes indias danzaron ante el Papa el «Arati»,
un bello y colorista baile que inundó de la India el recinto vaticano.
En la homilía, que no fue leída por Juan Pablo II, pero sí
escrita por él, quedó reflejado el hondo reconocimiento del
Santo Padre hacia la Madre Teresa de Calcuta: «Estoy personalmente muy
agradecido a esta mujer decidida, que siempre he sentido a mi lado. Estuvo
en todas partes sirviendo a Cristo en los más pobres entre los pobres.
Ni siquiera los conflictos y las guerras lograron detenerla», escribió
el Papa. También pidió que se la honre, «ya que es una
de las personalidades más relevantes de nuestra época».
Juan Pablo destacó la batalla de Madre Teresa en defensa de la vida,
recordando que cuando recibió el Nobel de la Paz en Oslo en 1979 y
dijo: «si sabéis de alguna mujer que no quiera tener a su hijo
y desea abortar, intentar convencerla de que me traiga al niño, yo
le amaré viendo en él la señal del amor de Dios».
El Obispo de Roma subrayó la vida misionera de la beata, precisando
que su «estilo» fue «emblemático» y que la
imagen que ha dejado es la de una mujer que con una mano aprieta la de un
niño y con la otra reza el rosario. Destacó que fue la «gran
sierva de los pobres», la madre de los pobres y de los que sufren, que
dedicó su vida al servicio de los necesitados y que la grandeza de
su vida está en su capacidad de dar todo sin exigir nada a cambio.
A la ceremonia, celebrada en una plaza de San Pedro adornada por 50.000 flores,
asistió la sucesora de Madre Teresa, sor Nirmala Joshi, y Monica Besra,
de 32 años, la mujer en la que se produjo el milagro que lleva a Madre
Teresa a los altares. Besra, de religión animista, madre de cinco hijo,
padecía un tumor en el abdomen, del que sanó, de manera inexplicable,
para la ciencia en 1998. Efe
El Papa no leyó la homilía
El Papa durante la ceremonia
El Papa Juan Pablo II mostró ayer una salud cada vez más debilitada, al no poder leer ni siquiera parte de la homilía, la primera vez en su pontificado que se da esta circunstancia. Juan Pablo II, que presentaba aspecto cansado y con la voz débil, en algunos momento inaudible, cediendo la lectura al «número tres» del Vaticano, el arzobispo argentino Leonardo Sandri, y al cardenal de Bombay, Ivan Dias. Al final de la ceremonia, sin embargo, leyó, aunque con gran esfuerzo, el Angelus y saludó a los presentes en inglés, macedonio, albanés e italiano. La homilía fue una exaltación de la figura de la monja. Juan Pablo II que cuando estaba a su lado se le veía feliz y no dudaba en besarle la cabeza no escatimó elogios y alabanzas para Madre Teresa la monja, a la que hoy denominó «icono del Buen Samaritano», «mujer decidida», «sierva de todos», «pequeña mujer enamorada de Dios», «humilde mensajera del Evangelio» e «infatigable benefactora de la humanidad».
EL SECRETO DE LA MADRE TERESA
(José Francisco Serrano para Alfa y Omega)
Un día, tan lejano como cercano, el mundo se rindió a sus pies.
Claudicaron las cámaras de televisión, las portadas de los grandes
semanarios, los escenarios de los premios más cualificados y prestigiados,
y los aplausos cómplices de los galardonados en altísimas ciencias
y honores: el saber, la paz, el nuevo orden internacional. Un día,
no muy lejano, el mundo lloró porque había dejado de ser un
poco menos de los hombres y un poco más de los sembradores del odio
y de la iniquidad. Un día, aquel día, alguien recordó
que el cielo no podía esperar. Y si el cielo no puede esperar, los
hombres, tampoco. Aquel día se abrieron las nubes para que entrara
por la puerta grande, que es la pequeña, la de los pequeños,
una viejecita vestida de blanco y azul, revestida de la pureza de su mirada,
sin más equipaje que la arrugada piel de su caridad y la sonrisa sabor
esperanza de un futuro que es posible.
Un día, aquel día, 5 de septiembre de 1997, casi ayer, el mundo
se preguntó –nos preguntamos– por el secreto de la Madre
Teresa de Calcuta. ¿Cuál fue su secreto? ¿Cuál
su arcano? Acaso su corazón de madre, de madre de todos. Pero, sobre
todo, de los concebidos y no nacidos, de los huérfanos, de los maltratados.
Sólo un madre podía prestar su voz a los hijos del silencio,
ante aquellos relucientes Premios Nobel del año 1975: «En nuestros
días, se mata a millones de niños antes de nacer y no decimos
nada. Lo admitimos para conformarnos con el punto de vista de los países
que han legalizado el aborto. Estas naciones son las pobres. Tienen miedo
de los pequeños, tienen miedo del niño no nacido, y ese niño
tiene que morir porque ellas no quieren alimentar a un niño más.
(…) Hace algún tiempo recogí a una niña en la calle.
Dios sabe desde cuánto tiempo no había comido nada. Le di un
trozo de pan. La niña se puso a comerlo miga a miga. Cuando le dije:
Come el pan, ella me miró y me dijo: Tengo miedo de comer el pan, porque
me da miedo tener hambre de nuevo en cuanto termine de comerlo. Ésta
es la verdad. No volver jamás la espalda a los pobres, porque al volverles
la espalda, os alejáis de Cristo». ¿Cuál fue su
pequeño gran secreto? Acaso su penetrante mirada. Acaso su profunda
vida de oración: «Amad la oración –escribió
la Madre Teresa–. Tomaos la molestia de orar. Orad. La oración
os abre el corazón hasta que se vuelve tan ancho como para recibir
y guardar a Dios. Tenemos que conocer a Jesús en la oración
antes de encontrarle en los cuerpos rotos de los pobres. Pedid, buscad. Y
vuestro corazón se hará ancho para recibirle y guardarle como
vuestro. Entonces podremos dar más de Jesús, más de su
amor a la gente que encontramos». Acaso su lenguaje, su sigiloso modo
de hablar, de pedir perdón y de exigir amor, al mismo tiempo. O acaso
la Congregación que puso en marcha, que hoy continúa su tarea,
y que mantiene encendida la lámpara de su espíritu recordando
lo que un día les dijo la Madre Teresa: «Ante todo, somos religiosas
y no asistentas sociales, profesoras, enfermeras o médicas. Un hindú
decía que la diferencia entre nosotras y las trabajadoras sociales
es que unas actúan por algo y nosotras actuamos por Alguien. Nosotras
servimos a Jesús en los pobres. Todo lo que hacemos, oración,
trabajo, sufrimiento, lo hacemos por Jesús. Nuestras vidas no tienen
ningún sentido, ninguna motivación fuera de Él. Servimos
a Jesús las 24 horas del día». Acaso todo esto y mucho
más. El secreto de la Madre Teresa de Calcuta, por supuesto, no está
sólo en la Madre Teresa de Calcuta. Hay que buscarlo más allá
de sí misma, ultreya de su corazón. Hay que buscarlo en su amor
a Cristo, el Señor, fuente de su santidad: «No temo decir que
estoy enamorada de Jesús, porque Él lo es todo para mí.
Se piensa que convertirse es cambiar de la noche a la mañana. Eso no
es tan sencillo. Yo quiero que muchos aprendan a conocer a Dios, a amarle,
a servirle, porques ésa es la verdadera alegría y quiero que
todos puedan poseer lo que yo poseo».
Para los santos, los únicos secretos son los del amor. Pero los secretos del amor se proclaman a voces cada vez que pensamos que hay más satisfacción en dar que en recibir, o que todo lo que no se da, se pierde. Los secretos del amor no saben de diferencias, ni de épocas, ni de razas, ni de lugares. Los secretos del amor sólo saben y gustan de la verdad de cada uno; de la sinceridad con la que la conciencia se enfrenta al yo; y de la caridad con la que tratamos a los demás en nombre de Dios hecho hombre. Los santos saben que hacer la voluntad de Dios es su gran secreto. Y es la mejor forma de hablar hoy, de presentar la Buena Nueva del Evangelio. No nos engañemos. El problema del Evangelio no es de lenguaje, es de vida. El Evangelio en el corazón de los hombres pasa, no tanto por el cómo de la elocuencia, sino por el qué del amor, por la vida. Y, así, quien tenga oídos, que oiga; y quien tenga ojos, que vea. Son los secretos del corazón…, y el secreto de la Madre Teresa.
El secreto de una sonrisa
La
llamada telebasura, que produce tanto dinero como vidas destruye, es triste
muestra de ese vacío; en realidad no es otra cosa que una especie de
vanguardia de la generalizada cultura de muerte hoy dominante en el mundo,
tan certeramente definida por Juan Pablo II, infiltrada de mil sutiles maneras
en todos los ámbitos, aparentemente llena de moderación y de
tolerancia; se llena la boca con proclamaciones de libertad y de democracia,
pero en realidad se ha ganado a pulso la dura acusación que el mismo
Cristo hizo a los fariseos de entonces: «¡Sepulcros blanqueados!»
Es hora, ciertamente, de abrir bien los ojos y no dejarse engañar.
No se trata de inventar nuevos maquillajes.Frente al vacío, no caben
componendas. Sólo cabe la plenitud. El testimonio de la Madre Teresa,
como el del anciano, enfermo y admirable Papa que va a beatificarla, Dios
mediante, el próximo día 19, ¿no es acaso un grito, lleno
de verdad y de esperanza, de esa Plenitud que ha vencido a la muerte y abre
sus brazos en la catolicidad de la Iglesia?En el funeral de la fundadora de
las misioneras de la caridad no sólo había católicos.
Al finalizar el Santo Sacrificio de la Misa en sufragio de su alma, se unieron
a la oración de la Iglesia gentes de todos los credos, de toda raza
y condición y de todas las partes de la tierra. Pocos testimonios pueden
ser más elocuentes de cómo la fe católica, distintivo
nítido y manifiesto de la Madre Teresa, efectivamente es tal: abraza
a todos y todos se sienten, cuando la encuentran de veras, gozosamente abrazados.
La fe católica, que llegando hasta las más injustas miserias
de la condición humana, como es tan patente en la Madre Teresa y en
sus hijas, abraza hasta el más olvidado de los hombres, ciertamente
no nos pide que abracemos el mal –curiosamente sí lo hacen, en
cambio, tantos fariseos de hoy, predicadores de apertura y solidaridad que,
sin embargo, marginan y hasta persiguen a quienes no piensan como ellos–.
Todo lo contrario. El afecto inmenso que gentes de toda raza, pueblo y nación
testimoniaron, y siguen reconociendo, a la Madre Teresa, ¿no pone acaso
en evidencia que, más allá de no abrazar el mal, lo que de verdad
añora todo hombre y mujer es el Bien? Ése, justamente, es el
secreto de aquella gozosa sonrisa del mendigo y de la próxima Beata.«Estos
niños son todo lo que tienen», dijo un diplomático hindú,
tratando de explicar la sonrisa, realmente envidiable, de las misioneras de
la caridad. Le faltó mirar hasta el fondo. Porque al abrazar, a los
niños y al mendigo, reconocen su verdadera identidad de imagen viva
del mismo Cristo. Por eso precisamente ¡lo tienen Todo! Es hora de cambiar
la mueca desesperada ante la violencia y el terror, por ese amor activo que
genera la única verdadera transformación del mundo.
PEQUEÑAS COSAS CON AMOR
Las obras de amor que realizamos son la respuesta a la llamada que Dios hizo
a nuestra madre, la Madre Teresa de Calcuta, y a nosotras mismas, para transmitir
el amor, la luz y la compasión de Dios a los que sufren. Dios es el
hogar del hombre, y sin Dios el hombre está perdido y no tiene paz.
Alimentamos a los hambrientos no solamente con la comida, sino también
con la palabra de Dios. Saciamos la sed de los sedientos no sólo con
agua, sino también con conocimiento, paz, verdad, justicia y amor,
vestimos al mendigo no sólo con ropa, sino también con dignidad
humana.
La Madre Teresa siempre nos decía que la santidad no es un lujo para
unos pocos, sino una obligación para todos. Ofrecemos nuestro servicio
gratuito de todo corazón, material y espiritual, a los pobres más
pobres, sin consideración de casta, credo o nacionalidad.
Dependemos de la Divina Providencia para satisfacer todas nuestras necesidades
y las de los pobres. Él nos provee a través de los actos de
amor de individuos ricos y pobres de todo el mundo. Por eso utilizamos de
forma deliberada medios sencillos y humildes para la realización de
nuestra misión.
l Madre Teresa solía decir: «Cuanto más tierno sea nuestro
amor por Jesucristo en la Eucaristía, tanto más tierno será
nuestro amor para Jesús en los más pobres de los pobres».
En el Santísimo, Jesús viene a nosotros para aliviar nuestra
hambre y sed de Dios. En los más pobres de los pobres, Él viene
a nosotros como el hambriento, el sediento, el que no tiene nada, el moribundo,
el que no tiene amor, y al que nadie quiere, para darnos la oportunidad de
aliviar su sed de amor por los pobres.
No tenemos que ir lejos para buscar a los pobres; están en todas partes.
Sólo necesitamos los ojos para verlos y el corazón para reconocerlos.
No tenemos que hacer grandes cosas para demostrar el amor a los pobres. Pequeñas
cosas hechas con amor tocan las vidas de las personas y cambian su corazón.
Sor
Nirmala
(Palabras durante su reciente estancia en España)
SÍMBOLO DE AMOR Y COMPASIÓN
El
Domingo 19 de octubre 2003, su Santidad Juan Pablo II proclamó "Beata"
a Madre Teresa de Calcuta. La llamada que Jesús hizo a Madre Teresa
en 1946, "VEN, SÉ MI LUZ", resonó en la Plaza de San
Pedro, invitándonos también a nosotros a irradiar la luz de
Cristo en la oscuridad del dolor y de la pobreza humana. Hoy, después
de tres años y medio de investigación y estudio, la Iglesia
confirma que Madre Teresa vivió heróicamente la vida Cristiana
y que Dios la ha exaltado como modelo de santidad y como intercesora para
todos. Así la recuerda Juan Pablo II"Recordamos su sonrisa, sus
profundos ojos, las cuentas de su rosario. Parece como si pudiésemos
todavía verla caminando por el mundo, buscando a los más pobres
entre los pobres. A través de la sonrisa, las palabras y las obras
de Madre Teresa, Jesús caminó de nuevo por las calles del mundo
como el buen samaritano". "Caminando incansablemente por los caminos
de todo el mundo, Madre Teresa ha marcado la historia de nuestro siglo: defendió
con valor la vida, sirvió a todos los seres humanos promoviendo siempre
el respeto de su dignidad; hizo que los 'perdedores de la vida' sintiesen
la ternura de Dios, Padre amoroso de todas sus criaturas. Testimonió
el Evangelio de la caridad, que se alimenta con el don de sí mismo
hasta la muerte... Que su brillante ejemplo de caridad sirva de consolación
y de catalizador para su familia espiritual, para la Iglesia y para toda la
Humanidad". "Sabemos bien cuál era su secreto: estaba llena
de Cristo y así, miraba a todos con los ojos y con el corazón
de Cristo... No tenía, por lo tanto, ningún problema en 'adoptar'
a sus pobres como hijos". "No resulta sorprendente que la gente
de nuestro tiempo estuviese fascinada con ella. Ella encarnó ese amor
que Jesús indica como señal distintiva de los discípulos:
'En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis
unos a otros' (Jn 13, 35)". "¡No olvidemos el gran ejemplo
que nos dejó Madre Teresa y no la conmemoremos sólo con las
palabras! Tengamos siempre el coraje de dar la prioridad a la persona humana".
Algunas enseñanzas de la Madre TeresaMadre Teresa siempre tuvo claro
que la fuente de la vida es Jesucristo y que sólo siguiendo sus huellas
se llega a la felicidad. Esta sabiduría le permitió dejarnos
algunas enseñanzas indispensables para llevar adelante la vida con
alegría:- ¿El día más bello? Hoy- ¿El obstáculo
más grande? El miedo- ¿La cosa más fácil? Equivocarse-
¿La raíz de todos los males? El egoísmo- ¿La distracción
más bella? El trabajo- ¿La peor derrota? El desaliento- ¿Los
mejores profesores? Los niños- ¿La primera necesidad? Comunicarse-
¿Lo que me hace más feliz? Ser útil a los demás-
¿El pero defecto? El mal humor- ¿El sentimiento más ruin?
El rencor- ¿El regalo más bello? El perdón- ¿Lo
más imprescindible? El hogar- ¿La sensación más
grata? La paz interior- ¿El mejor remedio? El optimismo- ¿La
mayor satisfacción? El deber cumplido- ¿La fuerza más
potente del mundo? La fe- ¿Las personas más necesarias? Los
padres- ¿La cosa más bella del mundo? ¡EL AMOR!
Biografía de la futura santa Agnese Gonxhe Boiaxhiu nació en
Skopje (Macedonia) en 1910 en el seno de una familia albanesa. Cuando tenía
dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó
su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada
Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí
recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa
de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando
a Calcuta el 6 de enero de 1929. El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje
de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió
su “inspiración”, su “llamada dentro de la llamada”.
Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor
y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la
sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida.
Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones,
Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas
de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven
y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo
ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su
pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado
por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación
religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más
pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento
antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto
de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul
y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en
el mundo de los pobres.Ella decía de sí misma: “De sangre
soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una
monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo
que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón
de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en
su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar
la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más
pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía
a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”.
Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo
con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas”
. En 1979 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz por su labor. Los
frutos de su semillaEl 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en
la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras
de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó
a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. Para mejor responder a las
necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó
los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa
de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres
Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitò
solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa.
Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos
y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales
compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio
y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró
posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones
de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el
Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de
santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma
y espíritu. La congregación fundada por la Madre Teresa cuenta
con 710 casas en 132 países. Según el Anuario Pontificio 2003,
las Misioneras de la Caridad son en la actualidad 4.690 religiosas y novicias.
19-10-2003 CAMINO DE LA CANONIZACIÓN
El Papa proclama beata a la Madre Teresa de CalcutaJuan Pablo II ha proclamado beata en el Vaticano a la Madre Teresa de Calcuta, por su vida dedicada a los pobres y los desposeídos, en una ceremonia ante centenares de miles de personas.
La nueva beata fue proclamada a las 10.15 horas, mientras los presentes en
la plaza de San Pedro y las calles y plazas adyacentes rompieron en aplausos
que duraron varios minutos y sonaba música sacra.En la fachada principal
de la basílica de San Pedro fue descubierto un retrato de tamaño
gigante de la nueva beata."Con nuestra autoridad apostólica, anunciamos
que la venerable sierva Madre Teresa de Calcuta de ahora en adelante debe
ser llamada beata," dijo el pontífice, viejo amigo de la monja,
que falleció en 1997 a los 87 años.Más de 150.000 peregrinos,
turistas, católicos y no católicos se congregaron en la Plaza
de San Pedro para la misa de beatificación y llenaron la amplia Via
della Conciliazione, que se extiende desde el Vaticano hasta las riberas del
Tíber.La Madre Teresa, de origen albanés y ganadora del Premio
Nobel de la Paz en 1979, dedicó décadas de su vida al servicio
de los pobres y los desposeídos de Calcuta junto a la orden de las
Misioneras de la Caridad que fundó.Muchas de sus monjas, con sus saris
blancos y azules, destacaban entre la vasta multitud, donde una sección
especial para miles de desposeídos y desamparados de Roma fue reservada
cerca del elevado altar donde Juan Pablo ofició la misa debeatificación.La
ceremonia ha tenido lugar tres días después del 25 aniversario
del Pontífice como máximo responsable de la Iglesia Católica.
( Terra / Agencias)