Crítica
del Profesor Rafael Rubio |
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El pasado viernes 20 se estrenó con gran éxito en toda España la coproducción Hispanoitaliana Teresa de Calcuta, protagonizada por Olivia Hussey y en la que participa la actriz española Ingrid Rubio. Si desde hace siglos el arte imita a la vida, con más o menos acierto, con la llegada de la televisión esto se ha convertido en un auténtico problema. Desde que la televisión nos permite a todos contemplar en alta definición a los personajes históricos su rostro, sus tics, sus gestos, y escuchar con alta fidelidad su voz, el arte no puede limitarse a reflejar los aspectos más relevantes de la personalidad de personas a las que conocemos todos. Con personajes como la Madre Teresa, o el Papa Juan Pablo II el problema se multiplica. A su enorme popularidad, se añade el cariño que se granjeó entre millones de personas de todo el mundo, que la consideran una amiga más, e incluso la han incorporado formalmente a la familia en el nombre de sus hijas más recientes. Por eso lo primero que hay que destacar de esta película es la valentía de los productores y del director para abordar en una película la vida de la Santa de los Pobres. La película está cargada de buen cien y emociones auténticamente humanas y, después de las dos horas que dura la película, el espectador siente que la versión que ha llegado a nuestras pantallas no sea más que una miniversión de la serie de televisión que la Rai estrenón en el año 2003, coincidiendo con la beatificación de Teresa de Calcuta. La realización resuelve con acierto los problemas que suele llevar aparejada una producción televisiva de estas características, y logra una brillante producción cinematográfica en el que sin recrearse en la miseria logra pintar un bello y conmovedor retrato de la vida de una cristiana del siglo XX que decidido entregar su vida a Dios en los más pobres de entre los pobres. Si
uno ha podido compartir esa experiencia, altamente recomendable (www.colaboradores.org),
uno puede sentir en la película el ambiente de las misioneras de
la caridad, algo absolutamente irrepetible, que tiene un sabor extraño
que hay que paladear. Quizás por eso uno siente que todo ocurre
demasiado rápido, y uno se queda con ganas de más. Con ganas
de conocer más la vida de esta Santa, de conocer la labor que su
congregación alrededor del mundo, e incluso de contribuir a su
labor, y convertirse en “una gota más de ese inmenso océano”.
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