La
Casa de Salvador de Bahía
"Paraiso de autenticidad"
Salvador ya casi es recuerdo pero… ¡tan vivo!... Desde que dije que me iba me pidieron los ángeles que sostienen esta página algunas reflexiones… yo dudaba si sería capaz de escribirlas. Esa petición me hizo revivir la experiencia de una forma más real .... allí, en Casa de las Hermanas, todo lo creía fantasía. La mayor parte de los días me sentía protagonista de una novela que deseaba interminable, de una película de la que no quería ver el final, de un sueño del que, todavía hoy, ¡no me quiero despertar!
Así que no creo que sea capaz de trasladar ni una pequeñísimo parte de lo que para mí supuso la experiencia en Casa de las Hermanas de Salvador de Bahía…pero al menos lo voy a intentar.
Llegué, como casi todos a ellas, gracias a la Divina Providencia. Ni yo se muy por qué ni por qué allí, pero así fue. Segunda semana de agosto, Air Europa vuela directo, después de casi 9 horas de estupendo viaje al lado de una baihana jovencita y encantadora alucinada con mi aventura solitaria, Salvador me recibe lloviendo… Hace calor y el aeropuerto, pues eso, bullicio y ruido, taxistas que te ofrecen un viaje “al fin del mundo”.... Cambio un poquito de dinero para el bus hasta el centro. Desde allí cojo un taxi (dirección los Alagados)… Bahía es una ciudad llena de turistas que baila día y noche a ritmo afrobraliseño. Yo hacia rato que imaginaba como sería la favela, las Hermanas, la gente, desde el bus veía las vistas del centro de Bahía edificios grandes, “desarrollo”, una ciudad… Intenta adivinar como era lo que me esperaba suponiéndolo conocido, susceptible al menos de imaginar. Nada que ver.
La casa de las Hermanas está situada en el Barrio de los Alagados (¡y tanto!) al ladito de una iglesia y dentro de las favelas que no llegan a ser las más míseras pero están cerca. Es una casa grande y acogedora, humilde y sencilla e insisto...acogedora. El taxi me dejó en la explanada de la iglesia, no es extraño que no sepan llegar... Desde allí vi el muro de la casa, una pequeña puerta y encima “Missionarias da Caridade”. Toqué el timbre y me uno de esos tantos niños sonrientes que viven, sin vivir allí, al calor de las Hermanas hizo de San Pedro. La hermana Hessed, superiora y brasileña, salió a recibirme como si acabase de volver en lugar de acabar de llegar. Con la sensación de conocerme mucho, sin sorpresa y con alegría me llevó a la habitación principal de la casa, la capilla. Cristo con sed, esterillas y un sagrario me hicieron sentir en casa. Ya había llegado.
Mi habitación estaba en la segunda planta, al lado de la de los niños y dentro de la farmacia. Me iba a ocupar de los más pequeños, las mujeres abandonadas tenían la compañía de Arancha (otra colaboradora que llevaba algunas semanas en casa cuando yo llegué). Era de noche y no pude verles, solo oírles un poco a mitad de la noche entre el ruido de coches, la lluvia y la música sin-fín de la calle. Me quedé allí, en un cuarto grande, con una cama, una silla y Madre Teresa. Mi maleta “esta vez no llevo más que lo imprescindible” se hizo armario…del que solo utilicé la cuarta parte. Lo imprescindible se hizo presente de Verdad. Como todo. Las casas de las Hermanas son paraísos de autencididad, de realidad, de verdad.
Después de una noche marcada por el “no voy a ser capaz” se hizo la Luz… ¡de verdad! A las 6 de la mañana estaba en la cocina viendo preparar el desayuno… Nadie me había dicho qué tenia que hacer ni como hacerlo… pero siempre sabes qué hacer y como hacerlo… Mi manual, mi guía y mi ayuda, fue ¡¡ORAR ...!!!
Así que calientas agua, hierves café molido, lo cuelas, mezclas leche en polvo, azúcar y ¡listo! María se encarga del pan. María es una de las grandes maestras de la casa, analfabeta y brutalmente tratada por la vida, dió con sus débiles huesos en esta casa hace 14 años y nunca más salió de allí. Operada de cadera, con una pierna casi del revés, corre todo el día. Es la única de las 13 mujeres que hay en casa que puede caminar, ver y hablar así que ella es los pies, ojos y lengua de todas. Sonríe y se enfada sin parar. Siempre sin parar.
Se sirve el desayuno y … toca el baño de niños… no les había visto. Al cruzar la puerta hay uno mulato, gordito que llora sin parar…le escogí. Lo cogí y lo bañé. Era el más guapo. ¡Qué cruel y qué tonta pero así fue! En casa hay además colaboradoras permanentes, gente que trabaja allí y que hacen de ordinario lo extraordinario. Chiquiña, la cuidadora de los niños es la dulzura y humildad hecha carne, me ayudó a familiarizarme con todos y con todo.
Después del baño, los pañales (de los desechables suele haber escasez), nos vestimos y jugamos sin juguetes. Hay 8 niños, 6 de ellos enfermos… ¿como explicar? Al principio todo lo describes, solo lo ves… inmediatamente después y siempre directamente proporcional al abandono que vas experimentando… lo sientes y acabas amándolo de verdad! Es muy difícil, supongo, entender esto sin el Señor. Se hace presente en cada minuto, en cada mirada…Ningún esfuerzo parece tal, ningún trabajo pesado aunque te canse… Es sencillamente maravilloso.
A las 10:30 empieza uno de los mejores momentos del día… la comida para los niños… Todos comen lo mismo, en diferentes texturas pero ¡lo mismo! Pese a no guardar la formas, …les cuesta acertar con la cuchara en la boquita, masticar, mantenerse sentados, me hubiera quedado toda una vida mirándoles y aprender. Nunca vi a ninguno protestar, a ninguno tirar la comida, a ninguno jugar con ella, desde muy pequeñitos saben valorar… Empiezo a ser consciente de todo lo que me van a ¡DAR!
A las 11:30 o 12:00 los niños duermen siesta, y mientras son las señoras mayores y los colaboradores quienes comen…después un poco de tiempo libre que aprovechas para ir a Internet (en la calle principal, Travesa Polivalente, hay 2) , leer, hablar con otros o bajar al centro. Bajar es complicado, no por el transporte, se coge un autobús en Rua Directa que te lleva hasta el Mercado Modelo y desde allí un ascensor para subir a la zona alta de Bahía. A las Hermanas no les gusta demasiado que las chicas se muevan solas, les da miedo la vuelta a casa aunque siempre lo respetan. Es aconsejable decirles a donde vamos (lógicamente si vivimos allí hay que guardar unos mínimos).
A las 16:00 los niños cenan, se juega un poquito y a dormir… las mujeres un pelín más tarde… A las 18:00 llegaba uno de los momentos más especiales del día, Adoración en la capilla pequeñita de las Hermanas. Velas de aceite y silencio. Silencio acompañado de gritos, música y ruido de la calle pero silencio profundo ... y allá al fondo escucho como un rumor... “Tenho Sede”.
A las 20:00 el silencio envuelve la casa, los niños duermen, las mujeres casi también, el timbre deja de sonar porque nadie puede entrar o salir de casa desde esa hora (salvo casos de fuerza mayor claro está). Arriba, con los niños, hay una colaboradora permanente que duerme con ellos en agosto esta Lucy Mary y Elenita ... juntas hacemos té, charlamos, reímos, leemos, y ... poco a poco... dulces sueños y ¡a dormir!
A las 04:00 de la mañana allá de fondo… se oye cantar… las hermanas… laudes… ¡increíble despertar!
Missionairas
da Caridade
Rua Regis Pacheco s/n
Barrio Uruguay
Salvador de Bahia
Tel. 00 55 71 31 45964