Josechu Villanueva: Voluntario en Calcuta

[ Entrevista publicada en "No Badis", periódico universitario de 15.000 ejemplares de tirada (Universidad de las Islas Baleares). ]

José de Villanueva, madrileño de 23 años y viajante empedernido. Este pasado verano decidió dejar de ser un turista tradicional y pasó a convertirse durante unos meses en un voluntario más de la Misioneras de la Caridad, las Hermanas de la Madre Teresa. Hizo las maletas y se fue a Calcuta sin pensárselo dos veces. La ausencia de la Madre Teresa no ha debilitado el trabajo y la expansión de la orden. Durante el primer año sin la fundadora se abrieron 20 nuevos centros y en el segundo, 24 más. En total, las monjas regentan 638 casas en 123 países, incluidas tres en España (en Madrid, Barcelona y Sabadell). El número de miembros también ha aumentado en más de un centenar en los últimos doce meses y ya han sido confirmadas 4.114 misioneras de la Caridad procedentes de unos ochenta países diferentes. Y el flujo de voluntarios se mantiene y se renueva, voluntarios como José, que ha trabajado durante unos meses en las primeras casas que fundó la Madre Teresa, y que al regresar a España transmite su experiencia a los demás con la convicción de haber vivido algo increíble y difícil de explicar.

¿En que tareas concretas ayudaste a las Hermanas de la Caridad de Calcuta?
Yo estuve colaborando en tres de las "casas" de las misioneras de la caridad, aunque la tercera realmente era una estación de tren. La primera casa en la que trabajé fue en la casa de los moribundos, que se llama "Kali Ghat", y la segunda, en la casa para niños con parálisis cerebral, "Daya Dan". La labor fundamental que hacíamos los voluntarios era la de dar cariño y amor a los enfermos, pues esa es además la filosofía de la Madre Teresa, la de dar dignidad a los pobres y a los enfermos. Creo que con la atención que les prestábamos les hacíamos saber que ellos también son importantes en el mundo, que son importantes para los voluntarios, que son importantes para las Hermanas o los Hermanos que les cuidan y que son importantes para los otros enfermos que hay a su alrededor.

Las tareas concretas que hacíamos eran las de ayudar a alimentar y a limpiar a los enfermos. En "Kali Ghat" empezábamos por repartir el desayuno a los enfermos. Algunos se podían alimentar por si solos, y a otros se les tenía que ayudar. Después de recoger el desayuno llevábamos a los enfermos a la ducha o limpiábamos sus pijamas y sus sábanas. Si querías ayudar a que se duchasen, les ayudabas; si querías estar lavando la ropa, lavabas la ropa. También teníamos un pequeño descanso donde las Hermanas nos daban un rico té con leche y unas galletas. Por último, dábamos de comer a los enfermos, hablábamos con ellos y recogíamos la comida. El trabajo que hacíamos era sobre todo físico y la verdad es que la humedad, el calor y las condiciones de vida nos gastaban progresivamente las energías a lo largo del día. Eso sí, los dos días que fui por la tarde a "Kali Ghat" fueron muy emotivos porque tuve más tiempo para estar con los enfermos a solas, para intentar hablar con ellos de sus vidas y de la vida.

¿Pasaste algunos momentos de crisis durante tu voluntariado en Calcuta?
Más que crisis yo los llamaría momentos muy duros emocionalmente. Sobre todo el primer día tanto en "Kali Ghat" como en "Daya Dan". El primer impacto te llega muy dentro, a mi me entraron ganas de llorar.

¿En que se diferencia la orden de la Madre Teresa de otras ordenes religiosas o de otras ONG's?
Sobre todo se diferencian en que no existe ningún tipo de compromiso por parte del voluntario, y tampoco es necesario ningún tipo de conocimiento o experiencia previos. Los voluntarios aparecen en la Casa Madre (el "centro de operaciones") y allí deciden cuanto tiempo quieren estar de voluntarios, donde quieren ayudar, etc. No existe ninguna obligación de estar en una única casa o de ir todos los días. Hay varias sesiones a la semana en las que se da información sobre las distintas casas y una serie de recomendaciones para los voluntarios a las que hay que atender nada más llegar. Sobre el lugar donde colaborar yo pienso que lo mejor es ir a la misma casa todos los días. Esta "libertad" del voluntariado de la que hablo también se ve en la organización. Las hermanas no te proponen ningún alojamiento, ni maneras de llegar hasta allí desde tu país, etc. La información existe por el boca a boca, sobre todo en España. Tampoco ninguna hermana te da un curso detallado de lo que tienes que hacer. En Calcuta sobre todo aprendes viendo lo que hacen los demás voluntarios, y preguntando. Es más, existe una solidaridad entre los propios voluntarios por la que nos ayudábamos mutuamente, tanto en el voluntariado como fuera de el.

¿Dónde encuentras tú el carisma que tenía la Madre Teresa?
El carisma de la Madre Teresa era el amor que tenía por todos los seres humanos. Ella consideraba que todos los hombres y mujeres tenían derecho a vivir con dignidad, por muy pobres o enfermos que estuviesen. Era una mujer extraordinaria porque dedicó su vida a dar amor a quienes nunca lo recibían. Una de las cosas que más me impresionó al llegar a Calcuta fue la labor de las Hermanas. Al fin y al cabo los voluntarios estamos allí un mes o dos, más tiempo o menos. Las Hermanas de la Caridad están allí para siempre. Nunca vuelven a su hogar familiar como lo hacemos nosotros. Se dedican, tal y como era la voluntad de la Madre Teresa, a cuidar todos los días del año "a los más pobres de entre los pobres".

Además de la experiencia y de las cosas que uno suele aprender y vivir ayudando a las personas con las que has estado, ¿qué es lo que más te ha calado a nivel personal tras tu estancia en Calcuta?
Para mi, sinceramente, es el agradecimiento por ser un privilegiado social. Si te pones a calcular el nivel económico y social en el que nos encontramos los jóvenes españoles respecto a la población mundial, nos encontramos entre el 1% que mejor está. Este agradecimiento lleva consigo una visión de las cosas más relativas. Los grandes dramas de la vida ya no lo son tanto y cambia la perspectiva de lo que es importante y lo que no.

¿Qué tiene que hacer un joven que quiera realizar lo mismo que tú has hecho?
Comprar un billete de avión, una guía de la India e irse. Así de fácil. El único consejo que puedo dar es ir y vivir allí esta alucinante experiencia. Podría llenarte hojas y hojas con esta entrevista, pero si no lo vives, si no sientes con el corazón lo que allí ves, si no intentas comprender lo incomprensible, si no juegas con niños en la calle en vez de darles dinero, si no limpias a los enfermos, si no ayudas a andar a un niño, si no ves a las Hermanas y a los Hermanos trabajar, si no alucinas que haya gente lavándose en la calle, durmiendo en la calle, si no coges trenes o autobuses repletos de gente... si no estás allí, no se puede comprender. Aquello fue para mí una experiencia del corazón, no del conocimiento.

Regresar al mundo occidental tras una experiencia como la tuya siempre es un gran choque, ¿cómo fue tu vuelta a casa y el vivir de nuevo con microondas, mando a distancia, congelador y máquina de afeitar eléctrica?
Cuando regresas uno se da cuenta que esas son comodidades con las que realmente no es necesario vivir. Y además allí el tiempo tiene otro valor. Aquí todo lo tenemos para ahorrar tiempo y esfuerzo. En Calcuta se puede vivir sin muchos de los avances tecnológicos que existen hoy en día. Eso sí, mi camita que no me la quiten.

 

Después de tu paso por Calcuta, ¿comprendes que haya algunas personas que terminen "enganchados" a las labores de ayuda humanitaria para el resto de sus vidas? ¿Te pasó en algún momento por la cabeza ser uno de esos?
Si que se comprende que se enganche la gente. Pero a la vez comprendes que la gente que se dedica a la ayuda humanitaria es de quitarse el sombrero. Hacen falta muchas, muchas ganas -por no decir otra palabra- para dedicar tu vida a ayudar a los demás. Por eso, como te he dicho antes, una de las cosas que más me han impresionado ha sido la labor de las Hermanas y los Hermanos de la Madre Teresa. Supongo que a mí sí que se me paso por la cabeza quedarme... Yo creo que si podemos "arreglar" a la gente que tiene el poder sobre el mundo podremos "arreglar" a los países más desfavorecidos. Y aquí, en casa, nunca debemos olvidar, como dice mi abuela, que "el prójimo es el más próximo".

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